La hipertensión arterial es la principal causa de muerte por enfermedad cardiovascular, infarto o ataque al corazón, derrame cerebral, etc. [1]. Las personas hipertensas mantienen niveles elevados de presión sanguínea, es decir, por encima de 140 milímetro (mm) de mercurio (presión sistólica) y por encima de 90 mm de mercurio (presión diastólica) [2]. Para conocer los valores de presión sanguínea, un profesional de salud idóneo deberá evaluarte.
La presión arterial no tiene un valor fijo ya que varía a lo largo del día y de la vida de la persona. Así, cuando el corazón necesita expulsar más sangre, como sucede durante el ejercicio físico, la presión sube. También, el valor de la presión arterial depende de la dureza de la pared de las arterias y la presión que esta recibe al paso de la sangre, lo que aumenta con los años.
Es frecuente que con la edad se eleven las cifras de presión arterial. Sin embargo, la hipertensión arterial está empezando a ser de preocupación por su alta frecuencia en población joven [3]. La elevación de la presión arterial es el resultado de varios factores, entre ellos, el hereditario es decir si en nuestra familia existe alguna persona con presión arterial elevada. La probabilidad de desarrollar presión arterial elevada puede derivar de dos características comunes, una alta variabilidad en el riesgo individual, que está relacionada con diferencias en la susceptibilidad genética; y, la exposición a factores ambientales, entre ellas la mala alimentación y la poca actividad física.
Un estudio realizado en Panamá reveló que la hipertensión arterial afecta a uno de cada tres panameños adultos. Esta enfermedad parece afectar más a los hombres que a las mujeres. También, el riesgo de enfermar por hipertensión arterial aumenta a medida que avanzamos en edad. El mismo estudio indicó que las personas afrodescendientes tienen más riesgo de desarrollar hipertensión arterial [4]. Un reporte de la Organización Mundial de la Salud en 2020, indicó que la hipertensión arterial causó la muerte de 510 personas, representando casi el 3% del total de las muertes [5].
Debido a que ni en el presente ni en el futuro cercano se ve la posibilidad de modificar el riesgo genético, la modificación de los factores ambientales, la alimentación y el ejercicio, son las únicas estrategias prácticas para disminuir el riesgo de aparición y control de la hipertensión arterial. La alimentación y el ejercicio son factores determinantes en el control de la presión arterial elevada. Además, ambos reducen los riesgos a los que está expuesto una persona hipertensa. El exceso de sodio, uno de los dos componentes de la sal, eleva la presión sanguínea y genera también otros múltiples efectos patológicos. Además, los niveles elevados de colesterol total en sangre es otra señal de alarma que se debe vigilar en personas con presión alta [6].
En este mundo súper salado, una dieta baja en sodio es clave para lograr una buena salud. Por lo tanto, la alimentación de las personas que sufren de presión arterial alta debe ser controlada en sodio. El sodio es un mineral que se encuentra en casi todos los alimentos. La industria alimentaria utiliza el sodio por sus características preservantes, las que le dan una larga duración a productos empacados. Además, de forma rudimentaria se utiliza la sal con la misma finalidad, salando las carnes para evitar su deterioro.
La sal común está compuesta de dos elementos, el cloro y el sodio. El nombre químico de la sal es cloruro de sodio, la parte sodio es la de relevancia para el paciente con hipertensión arterial. Se debe reducir no solo el consumo de sal, sino de todo el exceso de sodio de la alimentación, en especial de los condimentos artificiales como las salsas, enlatados, sopas de paquetes, conservas, entre otras. Todos los anteriores son altos en sodio. Además de productos procesados o en latas como las carnes en latas, bacalao, sopas de paquete. Es recomendable determinar la cantidad de sodio de los alimentos, una forma sencilla es leyendo el etiquetado nutricional. Una dieta regular en sodio es aquella que no aporte más de 2400 mg de sodio al día.
Una parte importante de la hipertensión arterial se relaciona con hábitos alimentarios (aumento del consumo de sodio, grasas y alcohol). Debemos escoger alimentos frescos y naturales, es decir, aquellos que no hayan sido procesados por la industria alimentaria, estos son de bajo contenido de sodio. Podemos mencionar las verduras cocidas o salcochadas (yuca, ñame, otoe, papas, plátano, entre otros), pollo sin piel, pescado y carnes frescas, frutas y vegetales frescos. Agregar cantidades moderada de sal a los alimentos y eliminar los condimentos artificiales ayudará a reducir su ingesta de sodio y a la vez controlar los niveles de presión arterial. Entre los condimentos artificiales podemos mencionar las salsas, consomés, cubitos, concentrados, ajinomoto, mayonesa, pastas y salsas de tomate comerciales. Además, debe evitar añadir sal a los alimentos ya preparados y servidos, se recomienda eliminar el salero o retirarlo de la mesa. Utilizar condimentos naturales para darle sabor a sus alimentos. Algunas opciones saludables son el ajo, el culantro, la cebolla, el apio, el perejil, la cebollina, el apio, el limón, los ajíes, orégano, laurel, entre otras especias naturales.
Una rutina de ejercicio es de muchísima importancia. Por ejemplo, caminar diariamente por media hora ayuda a reducir de peso y a un mejor control de la presión arterial. La obesidad es otro factor de riesgo para el desarrollo de la presión arterial elevada. Reducir el peso corporal mejora considerablemente los niveles de presión arterial. Además, la obesidad y la hipertensión incrementan el riesgo de enfermar gravemente de los riñones pudiendo avanzar hacia una insuficiencia renal crónica [7]. Por ello, se debe disminuir aquellos alimentos “engordadores”, aquellos que son ricos en azúcares y en grasas. Tener un plan de alimentación saludable es clave para la prevención de la obesidad, la presión y de muchas otras enfermedades como la diabetes e incluso el cáncer. Todas estas, junto con la presión son parte de las enfermedades que en su conjunto se les conoce como el síndrome metabólico [8], que además incluye la obesidad abdominal o una circunferencia de cintura mayor de 102 en hombres u 88 en mujeres.
La presión arterial elevada, la obesidad y la falta de ejercicio son factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares en el adulto como ataque cardiaco, enfermedad coronaria, enfermedades cerebrovasculares (embolia, trombosis, hemorragias cerebrales), insuficiencia renal.
La presión arterial elevada detectada a temprana edad permite iniciar precozmente un control de la presión arterial en aquellos casos en que, sumado a otros factores de riesgo como los antecedentes familiares, obesidad, vida sedentaria, influyen sobre el desarrollo de la hipertensión arterial esencial en la edad adulta y en consecuencia de sus complicaciones como lo son los eventos cardiovasculares.
En CEANA Nutrición contamos con una amplia trayectoria profesional en el manejo dietoterapéutico de enfermedades crónicas no transmisibles incluida la hipertensión arterial. Consulta con uno de nuestros nutricionistas dietistas idóneos para agendar una consulta. Es importante complementar el tratamiento farmacológico prescrito por su médico con un plan de alimentación saludable. Con ello, podrás prevenir múltiples complicaciones a futuro.
REFERENCIAS
World Health Organization. Cardiovascular disease. https://www.who.int/health-topics/cardiovascular-diseases#tab=tab_1
World Health Organization. Hypertension. https://www.who.int/es/health-topics/hypertension#tab=tab_1
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Mc Donald Posso, A. J., Motta Borrel, J. A., Fontes, F., Cruz Gonzalez, C. E., Pachón Burgos, A. A., & Cumbrera Ortega, A. (2014). High blood pressure in Panama: prevalence, sociodemographic and biologic profile, treatment, and control (STROBE). Medicine, 93(22), e101. https://doi.org/10.1097/MD.0000000000000101
World Health Organization. World health statistics 2020: monitoring health for the SDGs, sustainable development goals. Geneva: World Health Organization; 2020.
Ison, H. E., Clarke, S. L., & Knowles, J. W. (2014). Familial Hypercholesterolemia. In M. P. Adam (Eds.) et. al., GeneReviews®. University of Washington, Seattle.
Stasi, A., Cosola, C., Caggiano, G., Cimmarusti, M. T., Palieri, R., Acquaviva, P. M., Rana, G., & Gesualdo, L. (2022). Obesity-Related Chronic Kidney Disease: Principal Mechanisms and New Approaches in Nutritional Management. Frontiers in nutrition, 9, 925619. https://doi.org/10.3389/fnut.2022.925619
Lin, L., Tan, W., Pan, X., Tian, E., Wu, Z., & Yang, J. (2022). Metabolic Syndrome-Related Kidney Injury: A Review and Update. Frontiers in endocrinology, 13, 904001. https://doi.org/10.3389/fendo.2022.904001
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